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Relaciones a la plancha

Juan 3.5 a 7

Uno entra a la carnicería y según quien sea puede ver sobre el mostrador distintas cosas. Mi mamá, cómo buena ama de casa, puede describir perfectamente con su nombre cada corte que sus ojos alcancen a ver: “Aquello es vacío, aquello falda, lo de más acá es asado y lo que está por allá cuadril”. En cambió yo, soy un perfecto candidato para cualquier carnicero estafador. Me pueden vender ubre por lomo y yo solo me voy a enterar cuando descubra que una cosa no es tan tierna como la otra a la hora de llevarla a la boca. Para mi en la carnicería solo hay innumerables partes de carne que sirven para comer. Allí inmóviles, casi todas rojas, sobre el mostrador o colgados de algún gancho se encuentran, disponibles para cualquier cocinero, gran cantidad de las partes de una vaca que ha dejado de ser tal. Sobre la inmensa llanura pampeana existe un lugar vacío; el de una vaca que ya no está, que ha dejado de vivir para convertirse en un montón de pedazos sin vida en la carnicería de tu barrio.

Cuando hablamos de carne, en realidad nos referimos a eso, a algo sin vida que solo cobra autentico valor luego de pasar por el tramite de su cocción; pero la Biblia también habla de la carne y no se refiere a esto, a pesar de sus grandes similitudes.

La Palabra de Dios habla de la carne para referirse al hombre natural, aquél que no tiene ni quiere ser influenciado por el espíritu de Dios. Desde que nacemos hay dentro nuestro algo que la Biblia llama naturaleza carnal. Una naturaleza que se encuentra espiritualmente muerta, como un trozo de carne sobre el mostrador de la carnicería. Muerta para tener cualquier actitud espiritual, muerta para relacionarse con Dios. Definitivamente negada a disfrutar la vida en plenitud. La tonta actitud de darle la espalda a su Creador, dejó al hombre en esta situación, dominado por esta forma de ser pecadora, carnal, muerta. La falta de vida espiritual hace que los actos de los seres humanos sean, por naturaleza, contrarios a Dios. Por eso el hombre necesita un nuevo nacimiento. Lo que es de la carne… es carne, por eso necesitamos un despertar a una nueva vida espiritual. Si no nacemos de nuevo no podemos relacionarnos plenamente con Dios. A la hora de entrar en contacto con el tenemos las mismas posibilidades que un pobre bife en el friser de tu casa. El nacer del Espíritu Santo nos da una nueva vida con Dios. Trae a nuestro ser una novedosa naturaleza que obra en nosotros trayendo autentica vida. Su Espíritu trae los pensamientos y las emociones de Dios a nuestro interior, nos ayuda a crecer en la relación con él, ¡la vida estalla en lo profundo de nosotros! Los bifes son buenísimos para la plancha, no para relacionarse con Dios. Si naciste de nuevo, entonces una nueva naturaleza vive en tu ser para crecer en la relación con Dios.

Germán Ortiz,
Autor de «Ser Amigos» y «Acceso Directo», es Director y uno de los fundadores de L.A.Gr.Am. un ministerio dedicado íntegramente al trabajo con y para adolescentes.
Pastorea adolescentes de una zona marginal en la zona sur del Gran Buenos Aires, y brinda talleres de capacitación para líderes dentro y fuera de la Argentina.

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