Efesios 2.1 a 10
Luciano era un chico que vivía en un valle muy tranquilo. En la cima de una montaña próxima, vivía su abuelo que lo amaba muchísimo y que siempre le contaba historias hermosas que a Luciano le gustaba oír. La relación del chico con su abuelo era bellísima. Un día, Luciano se despidió de sus padres y fue a visitar a su abuelo, pero en el camino hasta la casa del anciano había un río de corriente muy poderosa que bajaba desde la montaña. Aquella mañana Lucho decidió tomar un atajo y, en vez de cruzar por el puente de siempre, intentó hacerlo por sobre un tronco muy delgado que tocaba ambas orillas. El chico resbaló y cayó en la corriente de aquel río que no tubo compasión de él. Su decisión lo alejó para siempre de su abuelo y sus hermosas historias. Nunca más se supo del pobre Luciano.
En nuestra relación con Dios, mucho más provechosa que la que podamos tener con el mejor abuelo narrador de anécdotas, también existe un río que puede alejarnos del disfrute de esa amistad maravillosa que él nos ofrece. La Biblia lo llama la “corriente de este mundo”. Se refiere a este sistema corrupto que vive a contramano de Dios y que nada quiere saber de someterse al gobierno y control del Creador de todas las cosas. Metidos en la corriente de este río jamás podremos disfrutar de una relación plena con Jesús, pero menos mal que en su inmenso amor por nosotros, la Biblia nos cuenta como nos sacó de ahí para darnos vida en esta amistad profunda con él. Dios te rescató de este río torrentoso para que puedas relacionarte profundamente con él.
Germán Ortiz,
Autor de «Ser Amigos» y «Acceso Directo», es Director y uno de los fundadores de L.A.Gr.Am. un ministerio dedicado íntegramente al trabajo con y para adolescentes.
Pastorea adolescentes de una zona marginal en la zona sur del Gran Buenos Aires, y brinda talleres de capacitación para líderes dentro y fuera de la Argentina.
De arriba: D-vos 